3 de abril de 2013

Silver Stone: Más vale pájaro en mano que...


Y ahí estaba Silver Stone mirándose al espejo. Estuvo allí delante durante aproximadamente dos minutos. Durante dos minutos se miro al espejo y pensó en el día anterior.
Eran las siete de la mañana cuando sonó el despertador,  Silver se levanto lentamente. Aún tenía la parte derecha del cuerpo medio dormida, debido a la falta de cambio de postura durante la noche. Como cada mañana, entró al baño, se cepillo los dientes, se lavó la cara y se miró al espejo en busca de algún indeseado grano en su cara. Se sonrió al verse uno en lo alto de la frente. Bueno, con un flequillito pasa, pensó.
Como de costumbre, se guiño el ojo y se auto animó para enfrentarse al día que le esperaba. Salió del baño rápidamente en busca de un reloj que le indicara la hora, ¿donde estaba cuando lo necesitaba? Las 7:42. Perfecto. Bajó las escaleras de su loft directa a la cocina. Metió las tostadas en la tostadora, puso la leche a calentar 2 minutos y corrió escaleras arriba para vestirse lo antes posible. Ya tenía la ropa preparada la noche anterior en la cual estuvo cerca de una hora pensando que se pondría. Una vez vestida, bajó las escaleras ya calzada y con el bolso en la mano. Ya en la cocina cogió las tostadas y la leche, que se había enfriado durante los 20 minutos que tardó en vestirse, y comenzó a desayunar. Tras 10 minutos masticando y tragando, más por costumbre que por hambre, salió decidida por la puerta.
Cuarenta y cinco minutos tardó en llegar a su empresa. Más bien ex empresa, se decía sonriente, echaré de menos el edificio.
Una hora después salió de la oficina con una sonrisa triunfadora en la boca. Ya soñaba  con la vida que le esperaba después de esto. Bueno, siempre hay que ir de peor a mejor, nunca al contrario. Hay que aprovechar las oportunidades, pensó. Veinte minutos tardó en llegar al edificio de la calle Roston. Ahora mismo le parecía algo extrañó,  ya me acostumbraré. Entró, se presentó a la secretaria y enseguida le pasaron a una oficina. Al entrar vio a dos hombres. Solo uno le resultaba familiar. Era Tod Smith. El mismo que un mes antes la convenció para comenzar un nuevo proyecto. Uno en el que al fin triunfaría en su oficio y, lo más importante, ganaría lo que se merece. Lo único que se interponía al nuevo proyecto, era encontrar la forma de deshacerse de su antiguo empleo. Durante un mes buscó la mejor manera de firmar una baja voluntaria. No encontraba la manera. Pero bueno, al fin lo había logrado. Esa misma mañana había soltado su discurso de despedida, se había despedido de sus desagradables e inútiles compañeros de trabajo, y ya estaba aquí, dispuesta a darlo todo.
Silver caminó hasta estar lo suficientemente cerca como para saludar a los dos hombres. Tod y….
—hola buenas tardes señorita Silver. Este es el señor Stanford, dueño de Stanfor´s comunnity.
—Mucho gusto — respondió Silver, sin poder ocultar la sonrisa de satisfacción que le recorría la cara.
—Siéntese por favor —dijo Stanford en actitud seria.
A Silver se le quitaron las ganas de sonreír, pensó, esto es serio, deja de reírte..
—Bueno señorita Silver estamos aquí para informarle de que no ha sido admitida en la empresa debido a su poca experiencia. Hemos revisado su currículo y nos parece brillante. Estamos dispuestos a esperar un par de años hasta que se desenvuelva fácilmente….
Mientras el señor Stanford seguía hablando, Silver pensó en las promesas de Tod. Intentaba recordar las palabras de este. -´´….es posible que necesitemos nuevas ideas en nuestra empresa, alguien con talento como tu….´´. ¡Es posible, dijo es posible, no que me contratarían!, Pensó en lo que había hecho hacía poco mas de dos horas. Cuando soltaba aquel discurso entre sus compañeros. Les dijo que necesitaba progresar y que allí se iba a quedar estancada y bla bla bla de que les echaría de menos. Esas chorradas.
— ¿Señorita Silver?
— …. ¡Si! ¿Dígame?
— ¿Entonces esta de acuerdo en que le hagamos un seguimiento mensual en su empresa para ver sus progresos?
—Claro —Ese claro retumbo en su cabeza. Un gran eco le repetía la palabra una y otra vez. Tras despedirse de los caballeros con una cara de satisfacción forzada, salió del despacho. En cuanto cerró la puerta corrió por el pasillo hasta la salida.
—Que tenga un buen…
Es lo que alcanzo a oír, tras salir del edificio como alma que lleva el diablo. Comenzó a andar.
Ya eran las 12:00 de la mañana. A Silver le dolían las piernas de estar caminando casi 2 horas sin parar. Sin rumbo. Se dirigió hacia la carretera y cogió un taxi. Ya estaba llegando a la puerta de su casa cuando escucho su nombre.
—Silver, ¡Silver! No te olvides de la reunión de esta tarde. Tenemos que hablar de los animales en el vecindario.
— ¡Puff!, la reunión de vecinos, paso, —Se dijo a sí misma, mientras que a la señora Danna le decía —Allí estaré.
Entró en su casa y fue directa a la cocina en busca de algo de alcohol. ¡Donde hay una botella cuando se necesita!  Luego recordó que no era bebedora. << —Siempre tienes que tener una botella de algo por si hay visitas. Que tú no bebas, no quiere decir que los demás no lo hagan. >> Recordó las palabras de su padre. Subió escaleras arriba y se hecho en la cama.
Cinco horas después se despertó de golpe. Estaba sonando la puerta. La reunión. ¡O dios! Tras quince minutos de insistencia el ruidoso timbre paró. Silver continuó durmiendo.
El sonido del despertador la despertó. Eran las siete de la mañana. Silver se levanto con un ligero dolor en el cuerpo. Como cada mañana, entro al baño, se cepillo los dientes, se lavo la cara y se miro al espejo en busca de una nueva espinilla que estuviera acechando. Tras esto recordó lo que hasta entonces parecía una pesadilla. Soy retrasada. A quien se le ocurre dejar un trabajo por… humo. Durante dos minutos se miro al espejo y pensó en el día anterior.

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